Inteligencia Emocional
¿Qué es y por qué todos necesitamos cultivarla?
La Inteligencia Emocional es un concepto clave en muchos aspectos de la vida, que se basa en evidencia científica y puede estudiarse tanto desde la psicología como desde la neuropsicología.

Por años, se le ha otorgado una importancia especial al cociente intelectual (IQ) como un factor determinante para el éxito personal. Se piensa que la puntuación del test de inteligencia establece una relación directa entre el desempeño académico y el éxito profesional. Aunque esta noción no es incorrecta, ya que el CI sí está asociado con el desarrollo de un gran número de habilidades útiles y necesarias, existen capacidades indispensables para una vida plena, exitosa y feliz, que van más allá del uso de la lógica, el pensamiento racional y las habilidades cognitivas básicas.
El concepto de inteligencia emocional fue desarrollado por los psicólogos Peter Salovey y John Mayer y popularizado por Daniel Goleman. El ser humano es una especie altamente social, lo que implica que poseemos una compleja faceta emocional que se expresa y conecta con el flujo de estados internos que cada uno de nosotros transita. Las emociones juegan un papel crucial en nuestro día a día e influyen en mayor o menor medida en la mayor parte de nuestras decisiones, incluso si no somos conscientes de ello. Podemos plantearnos si nuestras elecciones se basan en una evaluación objetiva en torno a la forma en que gastamos nuestro dinero, la carrera que estudiamos o las personas con quienes nos relacionamos.

Daniel Goleman establece cinco ejes que integran la Inteligencia Emocional:
– Autoconocimiento emocional. Estar consciente de cómo nuestros sentimientos y emociones influyen en nuestro comportamiento, cuáles son nuestras capacidades y nuestros puntos débiles. Por increíble que suene, es muy común que las personas no se conozcan bien a sí mismas. Ser capaces de discernir si estamos transitando por un estado emocional que puede llevarnos a tomar una decisión impulsiva motivada por la euforia, el enojo, la desesperación o la tristeza. Reconocer nuestras emociones nos permite esperar a que la mente se encuentre serena y relajada y ser capaces de valorar cada situación de forma más racional.

– Autocontrol emocional. Dominar nuestros sentimientos y emociones evita que nos dejemos llevar por “el calor del momento” y nos permite distinguir los estados efímeros y los duraderos. Esta capacidad está ligada al uso del lenguaje, nos ayuda a gestionar de manera adecuada nuestras emociones y crear narrativas que nos permitan priorizar objetivos a largo plazo en lugar de ceder ante impulsos de lo inmediato.
– Automotivación. Mantener nuestra atención en metas realizables en lugar de hacerlo en los posibles obstáculos. El optimismo y la iniciativa juegan un papel fundamental en este punto, ya que nos permiten desarrollar la resiliencia y la perseverancia, y no ceder ante las dificultades que suelen presentarse en el camino ni distraernos con otras metas a menor plazo.
– Empatía. Un elemento fundamental de las relaciones interpersonales es el interpretar correctamente las señales que se expresan de forma no verbal. Detectar las emociones en los demás nos lleva a identificarnos y establecer vínculos más estrechos y duraderos. La empatía es un rasgo que caracteriza a las personas con alta inteligencia emocional.

– Habilidades sociales. La inteligencia emocional nos permite identificar a las personas que nos resultan afines, las causas que llevan a las personas a comportarse de una forma determinada, en lugar de reaccionar ante lo que otros hagan o digan. Con disciplina y compromiso con el autoconocimiento, todos tenemos la posibilidad de desarrollar y fortalecer la inteligencia emocional. Practicar la escucha activa, la atención plena, la capacidad para resolver conflictos, y sobre todo, aprender a ser más adaptable ante los cambios, son grandes herramientas que nos llevarán a convertirnos en seres más conscientes, empáticos y con más aptitudes para una vida plena, exitosa y feliz.