La Nación N’dé, pueblo libre, indómito e inquebrantable

Extracto del libro Cuatro Ciénegas y la Nación Ndé por Mariana Yáñez

Hablar de los indígenas N’dé, o apaches, suele remitir a los pueblos nativos de algunas regiones en EEUU. Sin embargo, su presencia dejó una huella indeleble en México, sobre todo en los estados al norte del país y principalmente en Coahuila. Su paso por el Valle de Cuatro Ciénegas permitió el desarrollo, la preservación y la transmisión del conocimiento de este pueblo.

Del mismo modo en el que sucedió en los EEUU, en México fueron perseguidos y orillados a esconderse, lo que ocasionó la pérdida de sus costumbres y del dominio de sus tierras y recursos, pero nunca desaparecieron. Permanecer nómadas fue la solución que encontraron para conservar intacto su más preciado valor, la libertad.

En 2022, después de una larga lucha, la Nación Ndé fue registrada ante el gobierno estatal, como “Pueblo Originario de Coahuila”. Se espera que pronto también sea reconocida también por el gobierno federal mexicano.

Los ecosistemas moldean grupos humanos y forman sinergias que equilibran su coexistencia con la naturaleza; la armonía –aún existente– se transmite de generación en generación a través de los chamanes: los sabios, los guías, los exploradores del cielo y lo trascendente, los que transmiten conocimiento. Son los chamanes quienes utilizan la triada formada por la oscuridad de la noche [cuando el chamán ve mejor]; el silencio [donde habitan los anhelos y la fuente de vida] y la ausencia [que da equilibrio a la existencia].

Los apaches formaban parte de un conglomerado de pueblos, comunidades y grupos a quienes los conquistadores no diferenciaron. Fueron ellos quienes protagonizaron una de las últimas resistencias armadas de los pueblos originarios frente a los invasores extranjeros. A diferencia de las naciones mesoamericanas o de las incaicas, las contradicciones entre su mundo y el de los europeos eran antagónicas e irreconciliables. Los apaches no tenían los tradicionales asideros de la propiedad privada y no defendían espacios exclusivos, sino un modo de vida que exigía el libre desplazamiento por territorios, que, a su juicio, no deberían ser objeto del control permanente de unos cuantos. Su concepto de propiedad chocaba sin remedio con la de los hispanos, los mexicanos y los anglos.

Los conquistadores españoles quedaron desconcertados ante la hostil geografía de los apaches, en cuyos espacios no existían pueblos ni adoratorios que derrumbar. Podemos comprender mejor este complejo fenómeno si comparamos a los apaches con sus vecinos rarámuris, quienes terminaron aceptando la evangelización española y adoptaron –a su manera– el cristianismo. Al asumir a las divinidades extranjeras, perdieron uno de los sustentos más básicos de resistencia e independencia.

Con los apaches, las tareas evangelizadoras sufrieron un irrefutable fracaso ante su hermetismo al mensaje del cristianismo. Y es que en realidad jamás renunciaron a su religión, una especie de panteísmo primitivo que encontraba lo divino en todas las formas naturales y carecía de representaciones materiales, y es probable que nunca se sintieran abandonados por sus deidades como sucedió con otros pueblos, cuya primera derrota fue espiritual, al percibirse huérfanos ante el derrumbamiento de sus dioses. Esta especie de inmunidad espiritual de los apaches es quizá una de las claves para explicar la resistencia inquebrantable que ofrecieron frente al dominio europeo. Los tiempos de hoy exigen exponer a luz la conquista de los pueblos originarios; hablar de su resistencia centenaria y su capacidad para prevalecer o sobrevivir, junto a sus lenguas, hábitos y relaciones con la naturaleza. Los mexicanos de estos días somos resultado de una mezcla de sangres y hemos de reconocernos en la medida que asumamos y abracemos las herencias del pasado. Los apaches defendieron con especial tenacidad su modo de vida, cambiaron profundamente la mentalidad y las relaciones sociales de los mexicanos; dejaron hondos surcos y huellas a un grado tal en la sociedad de su época, que en esas luchas encontramos varias matrices de la revolución de 1910 y en consecuencia de la realidad actual.

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