Vinos ancestrales llenos de historia y leyenda
Verona, la ciudad del romance, la que inspiró la historia de amor entre Romeo y Julieta, escrita por William Shakespeare, llena de callejones y balcones que cuentan historias, y conocida como la puerta de Italia, que nos anticipa toda la belleza del país que es mundialmente conocido por su inconfundible gastronomía y sus vinos sobresalientes. Más allá de su riqueza artística y dos mil años de historia y cultura, a Verona también se le considera la ciudad del vino ya que en sus alrededores se producen algunos de los estilos más sobresalientes, que son regalo de Italia para el mundo.
La región del Véneto, al noreste de Italia, tiene registros de cultivo de uva que datan de 1000 AC. La región colinda con Friuli-Venezia Giulia y Trentino-Alto-Adigio y goza de una privilegiada ubicación que recibe los vientos del Mar Adriático, que brindan frescor en los veranos, además de contar con la barrera natural de los Alpes que le protegen de fuertes vientos. El bello clima enmarcado por veranos cálidos e inviernos fríos permite cultivar variedades blancas como Glera, Garganega, Pinot Grigio, Vespaiola, Moscato Bianco y Chardonnay, y tintas como Corvinone, Corvina, Merlot, Rondinella, Marzemino, Tocai Rosso, Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc.
De la uva Glera se obtiene uno de los vinos espumosos más famosos en el mundo, fresco, ligero con perfumes a manzanas, peras, cítricos y flores blancas, el Prosecco. También encontramos un vino blanco extraordinario y de origen ancestral, producido a base de Garganega, el Soave, que se da desde tiempos romanos en las laderas volcánicas cercanas a Verona, conocido como uno de los grandes vinos blancos de Italia por su habilidad para mejorar con el paso del tiempo y sus aromas tan destacados a melón verde y cáscara de naranja cuando joven, que evolucionan después de unos años de guarda, a los aromas a conserva de limón, miel e hinojo. La variedad Garganega junto con la Trebbiano di Soave también se dejan reposar en esteras de paja con el fin de que se sequen y pasifiquen antes de su elaboración, dando como resultado un vino exquisito y denso, de color amarillo paja con aromas dulces que recuerdan miel, pasas e higos, conocido como Recioto di Soave, ideal para acompañar un buen plato de quesos italianos. “Ligero, fresco, tinto y cordial, como la casa de un hermano con el que te llevas”, son las palabras del gran Ernest Hemingway para describir el Valpolicella Classico. La región de Véneto produce tintos apasionados con uvas autóctonas. Con Covrina, Corvinona y Rondinella se produce Valpolicella (Clásico y Superiore), Bardolino, Recioto della Valpolicella, Ripasso y Amarone. Amarone es el rey de los vinos de Verona, la leyenda cuenta que nació por accidente de una barrica olvidada de Recioto y es un vino que apasiona y enamora por sus aromas a violetas, rosas, mermelada de ciruela y zarzamoras, cerezas licorosas, almendras y nueces, especies como canela y nuez moscada, tabaco, café y chocolate, eucalipto y trufa. Sin duda un vino complejo, con estructura y profundidad imponentes, que con el paso del tiempo evoluciona a notas que recuerdan higos maduros, melaza y azúcar morena. Si a esa barrica olvidada se le hubiera detenido la fermentación decimos que terminaría en un Recioto, vino tinto con dulzor remanente, uno de los pocos vinos tintos dulces o de postre que se producen en el mundo. El Recioto della Valpolicella es una delicadeza, aterciopelado y dulce que cubre el paladar, con perfume de compotas, especies, frutas deshidratadas como pasas e higos, ideal para acompañar con chocolate, cerezas y frutos rojos. Todos estos vinos pueden probarse en los bares u “osterie” en el centro de Verona, lugares ideales para el disfrute de estos vinos hechos con amor y dedicación que encantan a los paladares apasionados.
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