El Henequén el oro verde de Yucatán

Al hablar de la historia y la herencia cultural de la Península de Yucatán, es imposible dejar pasar el henequén, una fibra que en su momento fue una de las materias primas más importantes a nivel mundial.

  Se sabe que generó un auge industrial y una derrama económica sin precedentes, que dio forma a Yucatán como lo conocemos hasta nuestros días y cuyo esplendor es aún palpable a través de las bellas casonas de la ciudad de Mérida y en las majestuosas haciendas distribuidas principalmente en la región centro y noroeste del estado.

El henequén, también conocido como sisal, es una planta de la familia de los agaves que produce una fibra de gran resistencia que llegó a ser de gran utilidad para la fabricación de sogas y cordeles que se utilizaron tanto en la navegación, ya que los barcos de vela requerían de cuerdas fuertes, como en la industria agrícola y ganadera.

También sirve para elaborar textiles, calzado e incluso material de construcción. Aunque su explotación tuvo su auge entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, las propiedades de la fibra de henequén se conocían y utilizaban desde tiempos de los mayas, quienes llamaban a esta planta con el nombre de ki.

Cuenta la leyenda que el sabio y bondadoso dios Zamná caminó entre un campo de henequén y sin querer se pinchó un muslo con una espina, lo que ocasionó que empezara a sangrar. Los Itzaes, quienes acompañaban al dios en su peregrinaje en busca de la tierra donde establecerían su ciudad, cortaron las hojas de la planta y las azotaron contra las lajas de piedra que había en el lugar y notaron que de estas hojas salía una fibra muy resistente, que le sería de gran utilidad al pueblo.

La invención de los materiales sintéticos, como el polipropileno, dieron pie al declive de la industria henequenera, aunque al día de hoy este maguey se sigue sembrando.

  Su fibra aún se utiliza en mayor medida para la elaboración de artesanías como bolsos, zapatos, sombreros y artículos para el hogar, como tapetes y hamacas, aunque en años recientes su uso se ha ampliado a la producción de bebidas alcohólicas, etanol, biogas y biodetergentes. Algunas de estas haciendas continúan con la producción de la preciada fibra, aunque la mayoría se han ido transformando al paso del tiempo, y muchas de ellas hoy funcionan como lujosos hoteles boutique, donde hospedarse significa emprender un viaje fascinante por uno de los capítulos más interesantes de la historia de México

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