El chicle, una antigua tradición

Una golosina con una historia ancestral

El chicle, o goma de mascar, como se le conoce fuera de México, es una de las golosinas más ubicuas alrededor del mundo, ¿quién no ha recurrido a estas pequeñas tabletas saborizadas para refrescar el aliento, calmar la ansiedad o algún antojo, e incluso ecualizar la presión auditiva cuando vamos en un avión? 

La costumbre de mascar esta sustancia gomosa ya existía en el México prehispánico y se obtenía de la savia del árbol del chicozapote, que también da un fruto muy apreciado de sabor suave y perfumado. Este árbol crece en el sureste del país, en los estados de Veracruz, Tabasco, Chiapas y Península de Yucatán. Los mayas utilizaban esta goma para limpiar la boca antes de sus rituales y ceremonias, estimular la salivación y mitigar la sed en tiempos de sequía. De hecho, la palabra chicle proviene del maya sicté ya’, que significa ‘masticar con la boca’. 

A mediados del siglo XX, este derivado de la savia fue reemplazado por goma sintética, lo que permitió reducir costos y masificar la producción. Hoy en día, la totalidad de la industria ofrece gomas de mascar hechas de derivados del petróleo, y tan sólo quedan algunas cooperativas que siguen elaborando el chicle de manera tradicional y artesanal, con ventas a pequeña escala.

El chicle es el producto forestal no maderable más importante en la Península de Yucatán, ya que a nivel histórico ha sido el eje central de las comunidades rurales y al mismo tiempo juega un papel crucial en la conservación de las selvas. El oficio de chiclero es arduo. En la temporada de recolección de la savia del árbol de chicozapote, que coincide con la temporada de lluvias, se montan campamentos en la selva, lo que significa pasar la mayor parte del tiempo mojado y soportar picaduras y mordeduras de mosquitos e insectos diversos. El método de obtención consiste en abrir incisiones en zigzag en la corteza del árbol para dejar escurrir la resina, que se recolecta en sacos de fibra de henequén. Los chicleros llegan a trepar árboles que miden hasta 40 metros de altura. La resina se filtra y se cuece en grandes ollas hasta que adquiere un color caramelo, luego se coloca en moldes, se deja enfriar y se le agregan sabores naturales. De esta forma obtenemos una goma de mascar natural, orgánica y saludable. 

El alto riesgo que implica esta labor, aunado a las escasas ganancias que genera, ha provocado que la mayor parte de los jóvenes emigre a los centros turísticos o a las ciudades en busca de oportunidades laborales, de ahí la importancia de rescatar y revalorar esta antigua tradición que ayuda a conservar los recursos naturales y mantener el tejido social de las comunidades. La migración también ha generado que muchos adultos mayores hayan quedado abandonados y desprotegidos. Todos podemos ayudar al consumir este tipo de productos y colaborando con fundaciones como Yo te Ayudo Cancun A.C., que apoya a personas de edad avanzada y en situación vulnerable, con enfermedades crónico-degenerativas o en etapa terminal hoy reciben ayuda para ayudarlos a llevar una vida digna.

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