Llegar a México en 2017 cambió el rumbo de mi vida y de mi carrera. Sin conocer el idioma ni la riqueza cultural que guarda este país, tuve el privilegio de integrarme al primer proyecto de Chablé Hotels & Resorts y abrir su joya inaugural en Yucatán. Aquella experiencia no solo marcó un antes y un después en mi camino profesional, también fue el inicio de una nueva era para la hospitalidad de lujo en México.

Con el tiempo, otras firmas internacionales fueron siguiendo la huella: Banyan Tree Group con Hacienda Xcanatun, Belmond y Six Senses, entre muchas más, encontraron en México un terreno fértil para reinventar la experiencia del viajero.
En el Caribe, Quintana Roo se convirtió en un imán para el lujo. En menos de una década, nombres como Waldorf Astoria, Edition, SHA Wellness Clinic, Belmond, St. Regis, Chablé, Auberge, Casa de la Playa y Ritz-Carlton transformaron el concepto del “Caribe Mexicano”: de un destino famoso por su modelo all inclusive a un paraíso de experiencias personalizadas, bienestar integral y lujo sofisticado.
Pero la transformación no se detiene allí. Nayarit se reinventa con el visionario desarrollo Mandarina y con la llegada de marcas como One&Only y Rosewood. Jalisco, con proyectos como Xala y Rancho Altos, abre camino al turismo de experiencias y a comunidades residenciales sustentables. Oaxaca cautiva con hoteles boutique que celebran el diseño y la autenticidad, mientras que el Valle de Guadalupe suma el toque del enoturismo de gran clase con proyectos como el de Banyan Tree.

¿Qué buscan todas estas inversiones? La meta es crear destinos con alma, lugares donde la sustentabilidad, la personalización extrema, el wellness y el sentido de pertenencia redefinen la manera de viajar. México ya no es solo un país que recibe turismo; hoy se proyecta como un laboratorio de experiencias transformadoras, capaz de sorprender al viajero más exigente. Sin embargo, el verdadero lujo no solo está en las paredes de un resort, sino en quienes lo hacen posible. Invertir en talento humano será la clave para que esta nueva ola de hospitalidad florezca. Porque, al final, el corazón de México siempre ha sido su gente, y es allí donde radica el secreto para que esta transformación no tenga límites.



